LA SONRISA
Melisa tenía once años
cuando murió, sus ojos sin vida fueron el único recuerdo que pudo sostener en
su alma Marís, su madre. Me remontaré dos meses antes de su trágico final.
Viernes, 13 de octubre de 1995
Como cada mañana, Melisa
se marchó sobre las 8.45 de la mañana hacia la escuela, por el callejón de la
casa de los espíritus, Melisa llegaba en tan solo 10 minutos, por lo que ni lo
dudaba al pensar que allí mismo, habían sido asesinados catorce niños diez años
atrás.
Mientras cruzaba el sendero
a paso ligero, pudo percatarse de aquel frío intenso que siempre le llamaba la atención,
pero nunca se paraba a comprobar de donde provenía. Aquella mañana algo cambió
su intención de no parar allí más de un segundo, fue una risa, una risa
conocida. Le resultaba tan familiar que no se daba cuenta de lo que estaba
sucediendo. Sin pensar ni un segundo, siguió el sendero hasta el final, la
entrada de aquella casa espeluznante le quedaba justo en frente, y la risa seguía
sonando pero ahora desde el interior. Melisa nunca se hubiera adentrado allí si
no hubiese estado segura de conocer la procedencia de aquella voz. Una vez en
la casa, vio una persona correr hacia el pasillo y ella corrió detrás, giró un
par de veces y por fin pudo ver de quién se trataba, ella misma se encontraba
ahora delante suyo. Una oscuridad la envolvió entre sus garras dejándola allí
durante unas horas. Al despertar no paró de correr hasta encontrarse refugiada
entre las sábanas de su cama.
Los días posteriores al
acontecimiento, Melisa contrajo unas fiebres muy altas, las cuales le hacían
delirar desmesuradamente, cada día que pasaba Melisa se apagaba un poco más.
Domingo, 13 de diciembre de 1995
Marís, la madre de Melisa
entró en su habitación para seguir cuidando de su hija, pero no la encontró allí.
Después de pasar varias horas recorriendo los lugares mas frecuentados por ésta
en el pueblo, decidió acercarse hasta la casa de los espíritus, ya que Melisa
le había contado lo sucedido antes de su enfermad. Al llegar allí, escuchó la
risa de su hija en el interior, no dudó ni un instante, un alivio recorrió su
cuerpo al descubrir que por fin había encontrado a su pequeña, siguiendo el
rastro de aquel sonido, llegó hasta una estancia en la parte superior de la
casa, ahora el frío la envolvía y una desagradable sensación recorrió su cuerpo
estremeciéndola, fue en ese instante cuando abrió la puerta y la vio…
El cuerpo sin vida de
Melisa yacía tendido en el suelo. Lo que más pudo estremecer a su madre, fue
ver como su hija tenía aquella mueca de risa grabada en la cara.
Relato creado por Caroline de
Lugares solitarios.
;)Esta muy bien la historia. Tienes muxa imaginación.
ResponderEliminarMuchas gracias, es un placer saber que te ha gustado!!!
ResponderEliminar