Podéis enviarnos vuestras experiencias, fotos extrañas o relatos de terror a
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Y si conocéis algún lugar abandonado en Cataluña enviarnos la información por correo y iniciaremos una investigación en la que si queréis podréis acompañarnos!!


En la pestaña del panel derecho, llamada "reportajes" veréis nuestras visitas a lugares abandonados, en "Las pesadillas de Génesis" podréis estremeceros con los relatos fictícios de mi propia cosecha y finalmente en "relatos" encontraréis pequeñas historias "reales o no" de nuestros lectores, donde puede incluirse la tuya própia.

LAS GEMELAS



Después de una semana de estar colgando carteles, Génesis se dirigía hacia la única casa que había respondido a su anuncio, no le extrañaba, ya que le colocó el cartel casi en la puerta, y fue sorprendida por dos niñas preciosas que la observaban a través del ventanal. Según le comentó la señora del teléfono, a las seis debía acudir para ser entrevistada. Unos minutos antes ya se encontraba frente a la casa, nerviosa.

-         Buenas tardes. Tú debes de ser…
-         Génesis, y usted la señora Vera, ¿no?
-         Sí, así es. Pasa por favor.

Al entrar, unos pasos sonaron tras ella, por las escaleras bajaban corriendo las pequeñas. Dos gemelas de cinco años correteaban a su alrededor, mientras reían sin parar.

-         Quietas…niñas…, perdónalas, mira ella es Verónica y ella Lucia.
-         Encantada de conoceros pequeñas. (Dijo Génesis tiernamente).

Mientras la señora Vera le enseñaba toda la casa le fue explicando a Génesis el cuidado que necesitaban las niñas, las normas que regían sobre la casa y los horarios que debería cumplir en el caso de aceptar el trabajo.

La señora Vera era una mujer de unos cincuenta y tantos años, sus rasgos cansados hacían de ella una mujer luchadora. Su mirada daba confianza y hablaba de una forma dulce, a Génesis le daba muy buenas vibraciones por lo que estaba encantada con el puesto de niñera.

- Desde que murió mi marido hace unos años, las pequeñas y yo nos hemos quedado muy solas aquí. Nos sobra la mitad de la casa, pero la idea de irnos me entristece muchísimo. (Explicaba Vera melancólica…) Ahora, desgraciadamente soy yo la que esta enferma, el cáncer se ha apoderado de mí igual que lo hizo de mi marido. Por eso te necesito. He empezado un tratamiento nuevo y tengo que ausentarme durante varias horas al día.

-Perdone mi pregunta, pero…. ¿son sus hijas?
- Sí, claro.
-No yo….pensé…
-Sí tranquila, lo entiendo. ¿Pensaste que eran mis nietas, verdad?
-Bueno…

Después de la conversación que habían tenido, Génesis se sentía un poco culpable, debía haber mantenido el pico cerrado, pero bueno, la Señora Vera continuaba siendo igual de agradable que al principio.
Contenta se marchó para casa impaciente por empezar al día siguiente su nuevo empleo.
Por el camino se encontró con un par de vecinos que sacaban a sus perros a pasear, al doblar la esquina vio a  su amiga Maria que la estaba esperado impaciente en su porche.

-¡Génesis! Te estaba esperando ¿De dónde vienes?
- Acabo de hacer una entrevista, ¡Mañana empiezo de canguro!
- ¡Que bien! Me alegro por ti. ¿A quien vas a cuidar?
- Pues a dos gemelas de cinco años, preciosas, que viven cerca de aquí, en la casa del otro lado del parque de aquí atrás.
- ¿La casa blanca?, pero si hay sólo vive una mujer mayor.
- No, tiene dos hijas, gemelas. Hace poco murió su marido y la pobre vive sola, con ellas.



A la mañana siguiente, Génesis  llegó sobre las once a casa de la Señora Vera. Las niñas la estaban esperando  en su habitación mientras que su madre se despedía y partía al hospital. Subió en busca de las pequeñas, el silencio reinaba a su alrededor. Se acercó hasta la habitación pero no las encontró allí. Gritó sus nombres varias veces sin recibir respuesta alguna. Cuando ya empezaba a ponerse nerviosa, oyó unos pasos a su espalda, su propia silueta reflejada en un espejo la sobresaltó, hecho un vistazo a su alrededor pero a ella no le pareció ver a nadie más. Se giró rápidamente y allí se encontró con las dos hermanas. Un escalofrío recorrió su cuerpo, puesto que no esperaba encontrárselas allí. Entre risas las niñas la agarraron de la mano y la hicieron bajar al jardín.

-         Bueno, guapas, ¿Qué queréis que hagamos?
-         Jugar al escondite!

Mientras ella contaba, las gemelas se escondieron. Se dispuso a buscarlas entre los árboles, detrás de las sillas, debajo de la mesa…. Pero ni rastro de ellas. Entre la espesura de las flores vió un sendero que la conducía hacia la parte de atrás de la casa, se adentró en él hasta que llegó a una especie de plaza vestida con tres sauces llorones. Mientras echaba un vistazo al solitario lugar se percató de que, entre la espesura, había una especie de portón de piedra. Con la mano apartó las hierbas que la cubrían cuando de repente las dos niñas la sobresaltaron.

-¡Que haces aquí! Mamá no quiere que nos acerquemos…Este lugar está prohibido. ¡Corre, a ver si nos pillas! (Gritaron las pequeñas)

Génesis corrió tras ellas alcanzándolas metros más adelante.

El timbre de la casa sonó, tras la puerta un señor vestido de azul cielo esperaba con una carta en las manos.

-         Buenos días. Traigo una carta para la Señora Vera.
-         Sí, puede dejármela a mí, soy la niñera.

El hombre miró a Génesis de arriba abajo y, extrañado, le entregó la carta, Génesis  la agarró y perpleja por el comportamiento de éste cerró la puerta.

Después de comer y mientras las gemelas descansaban, Génesis se paseó por la casa. Recorrió las estancias una a una, hasta que al final del pasillo encontró una escalera y al final de ésta una habitación cerrada. Subió sigilosamente y se acercó hasta ella. Suavemente giró la maneta, pero no se abrió. Entonces recordó las llaves que había visto colgadas en una pared de la despensa. Una vez las tenía las probó en la puerta y ésta cedió. En esta habitación no había ventanas, buscó algún interruptor para encender la luz, pero no lo encontró, por lo que con la poca claridad que entraba observó lo que estaba a su alcance. Libros viejos se apilaban por el suelo, muebles cubiertos con sábanas se entreveían en la estancia y al fondo de ésta un gran baúl. Se acercó a él, pero la oscuridad no le dejaba ver, lo abrió y en su interior encontró un montón de documentos y fotografías.



Bajó a la cocina para buscar alguna linterna, de un cajón cogió una y volvió a subir para continuar con su expedición, pero en mitad de la escalera la esperaban las gemelas, con una inquietante seriedad en sus rostros.

-         No deberías estar aquí. Si mi madre te ve, se enfadará.
-         Ah… ¿también está prohibido? Digo con ironía Génesis.
-         Sí.

Génesis notaba cierta tensión con las niñas, parecían dos criaturas inocentes pero había algo en sus miradas y palabras que le estremecía. La casa parecía tener muchos secretos o al menos esa era la sensación que le había causado a Génesis y el comportamiento de las gemelas aumentaba su inquietud.

Alrededor de las cinco de la tarde la Sra. Vera llegó de su tratamiento, Génesis y las niñas se encontraban en el salón dibujando sobre unos folios…

-         ¡Hola!
-         ¡Mami, mami! (Gritaban las niñas alrededor de su madre)
-         Hola, Sra. Vera, ¿todo bien?
-         Sí, hija sí, estoy un poco cansada, ¿y vosotras que tal?
-         Muy bien, hemos estado todo el día entretenidas, hemos jugado en el jardín, al escondite, pintado…. (contestó Génesis entusiasmada).
-         Me alegro de que te lleves bien con mis hijas, en realidad son muy especiales, supongo que ya te habrás dado cuenta…. Perdona, voy a quitarme el abrigo y seguimos conversando….

Las niñas miraban en silencio a Génesis. Ésta ya empezaba a cansarse de la mirada amenazante que recibía por parte de las pequeñas en algunas ocasiones. Parecían tan dulces, pero…

-    Génesis, ¿has entrado en la buhardilla?
-         Bueno, sí, verá…
-         ¡No vuelvas a entrar allí! (Gritó la Sra.Vera)
-         Perdone…
-         No, perdona tú, no debería haberme puesto así, pero es que hay tantos recuerdos allí arriba, encerrados. Por favor, no vuelvas a entrar. Y otra cosa, no quiero que juguéis más en el jardín.

 Génesis mientras se marchaba para casa no dejaba de pensar en cómo se había puesto la Sra. Vera, le extrañaba su comportamiento, pero en fin, no volvería a husmear por la casa.

Pasaron varios días y las cosas estaban bien, aquella tarde mientras las pequeñas estaban entretenidas delante del televisor, Génesis se sentó en una silla para leer un libro, en una sala contigua al salón, desde donde podía ver a las niñas. Estaba intentando relajarse y disfrutar de la lectura cuando un ruido la sobresalto. Se acercó hasta la escalera buscando su providencia, y cuando se encontraba delante de ésta se percató de que venía de la habitación que la Señora Vera le había prohibido entrar: la buhardilla. Se fijó y vió que la puerta estaba entornada. Dudó durante un instante, echó un vistazo a la Verónica y Lucia y con decisión subió las escaleras con la linterna en la mano. Lentamente abrió la puerta y enfocó a su interior. No había nadie en la estancia, pero en el centro de la habitación encontró un baúl volcado. Junto a él, muchos documentos se encontraban esparramados por el suelo. Génesis se acercó a ellos y se arrodilló al lado del baúl. Lo primero que sus manos agarraron fue una fotografía de las gemelas que, por la forma en que iban vestidas, parecía que había sido tomada en un entierro, quizá el de su padre, pero no podía ser ya que la foto  era reciente. Continuó ojeando aquellos papeles, hasta que en sus manos cayó una especie de cartulina que le dió un escalofrío, una tarjeta de defunción, en  la parte posterior había una cruz dorada estampada y debajo una fecha…                                                
                                       
                      2001   -   2007

Extrañada, la abrió y de repente un grito desgarrador provino de la sala de abajo, a las niñas les estaba sucediendo algo horrible… 



Génesis corrió desesperadamente bajando las escaleras de cuatro en cuatro y cuando llegó al salón, las niñas la miraron atónitas.

-¿Qué? Le dijo Verónica sin apartar la vista del televisor.
-¡Cómo que qué! Pero…¿ por qué habéis gritado?, ¿Quién ha sido?
- Nosotras no hemos gritado, estábamos viendo la tele… ¿y tú, dónde estabas?
- No me lo puedo creer, me habéis dado un susto de muerte. Cuando vuelva vuestra madre se lo pienso contar todo.
- A ¿si?, ¿y dónde le dirás que estabas tú?
- ¡Verónica!, eres muy mala, ¿lo sabias?
- ¡Sí! Ji, ji, ji, jii, ji

Génesis no se acaba de creer lo que estaba sucediendo, las niñas salieron corriendo hacia el jardín, riéndose de Génesis, y ella tras las pequeñas para que volvieran dentro, ya que la Señora Vera le había dejado muy claro que no quería que salieran a jugar fuera. Como no podía controlarlas en casa, sólo encontró una forma de hacerlo, llevarlas a tomar un helado a condición de que dejaran de comportarse así, y lo consiguió, las gemelas se volvieron a convertir en las adorables niñas que habían sido en un principio.

Por el camino se encontró con varias personas conocidas, del barrio. Génesis saludaba contenta, con una niña cogida de cada mano, iba paseando tranquilamente, al llegar a la heladería, se acercó hasta la barra a saludar al padre de su amiga María, que era el dueño.

-Hola Sr. Ramón, ¿Qué tal está?
-Bien hija, ¿y tú?
-Bien, a tomar un helado con las niñas que cuido.
El Sr. Ramón, echó un vistazo hacia la mesa y luego se dirigió a Génesis.
-María está bien, te echa de menos, así que cuando puedas, llámala.
-Ah, sí, claro. Lo que pasa es que estoy muy ocupada, con las gemelas.

El padre de Maria, echó una extraña mirada a Génesis, ella se quedó perpleja ante la situación, se despidió y fue a pedir los helados junto a las pequeñas.
Mientras regresaban a casa, María, vió a Génesis cruzando el parque, como se encontraba un poco lejos y ésta iba conversando con las pequeñas no se percató de los saludos que le hacía María, lo que hizo enfadarla aún más.



Aquel día debía quedarse unas horas más, ya que la Sra. Vera se retrasaría por lo que al llegar les preparó un baño caliente…

-         Venga, pequeñas, ¡a la bañera!
-         Yo no quiero…
-         ni yo!
-         Venga, vamos…


Génesis dejó a las dos un rato solas  para que jugaran mientras ella iba preparando la cena, desde la cocina podía oírlas jugar en el agua, hasta que el silencio reinó la casa.

-         ¿Lucia? ¿Verónica?...Venga, no me asustéis...

Pero no contestaban. Secándose las manos con un trapo viejo, se dirigió al cuarto de baño, a través de la puerta medio entornada podía verse el vaho salir hacia el pasillo, y el silencio continuaba, abrió la puerta y lo que vió casi le paraliza el corazón.
Las niñas estaban boca abajo en la bañera, sus cabellos negros flotaban sobre el agua, corrió hasta ellas agarrándolas como pudo y levantándolas en un segundo, pero al girarlas sus rostros no eran los de unas niñas recién ahogadas o inconscientes, sinó los de unos cadáveres putrefactos. Las soltó de golpe y sus piernas resbalaron, golpeándose en la cabeza con el filo de la bañera, de pronto todo era oscuridad, tan solo podía escuchar los latidos de su corazón, perdidos en aquella espesa negrura.



Cuando abrió los ojos, las niñas estaban delante de ella. La miraban y la intentaban levantar, diciendo su nombre para que reaccionara.

-         ¡Génesis! ¿estás bien?
-         Pero, estábais ….
-         Te resbalaste y caíste, ¿te duele?

Al llegar a su casa aquella noche, a pesar de ser tarde, llamó a María. No podía esperar para contarle todo lo que le estaba sucediendo, creía que se estaba volviendo loca.

-         María, soy Génesis.
-         Hola. (Le contestó María de una forma muy seca)
-         Perdona por no haberte llamado antes, pero es que las gemelas me tienen muy ocupada.
-         Génesis, ¿por qué no me hiciste caso en el parque esta tarde?, Si no quieres saber nada de mí sólo tienes que decírmelo.
-         Pero, Maria, que estás diciendo? claro que quiero saber de ti, por eso te llamo. Esta tarde no te he visto, no sé de qué estás hablando, he ido con las gemelas a la heladería, incluso allí hable con tu padre, después crucé el parque para regresar a la casa y no debí escucharte.
-         Génesis, esta tarde ibas sola, yo no vi a nadie más contigo, y mi padre dice que estabas sola en la heladería. Si quieres darme esquinazo no hace falta que te inventes nada.

Maria colgó el teléfono. Génesis se quedó con el auricular en la mano, atónita por lo que acaba de escuchar. No entendía que estaba sucediendo, así que sin pensarlo ni un segundo, cogió su chaqueta y salió para dirigirse a la casa de la Sra. Vera.
Cuando estaba delante del porche, su mirada se desvió hasta el lateral, en dirección hacia el camino de los sauces, un impulso la hizo dirigirse hacia él, recordó el portón de piedra que había visto aquel día jugando en el jardín. Sin saber muy bien que estaba haciendo, encendió la luz del móvil y buscó entre la maleza, retirando las ramas que la cubrían encontró la puerta. Empujó con fuerza y ésta cedió.

Una especie de camino rodeado de cipreses la llevó hasta una nueva plaza, pero en ésta no había ningún árbol, tan sólo dos lápidas blancas cubiertas de velas viejas, volcadas alrededor. Temblorosa, se acercó lentamente hasta ellas y encontró la respuesta  que buscaba.


Su piernas flojearon, se dejó caer contra el húmedo suelo y volvió a leer :


Maria Blanco Vera  Y  Lucia Blanco Vera

2001-2007

Vuestros padres os cuidaran siempre.


Sus manos temblaban, sin dudarlo se dirigió hasta la casa, llamó al timbre varias veces hasta que la Sra.Vera abrió la puerta.

- ¡Génesis!, ¿Te pasa algo?, ¿Qué haces aquí?
      - ¿Puedo pasar?
            -  Sí, claro., pasa, pasa.
            - Sra. Vera, ¿Qué está pasando?, he visto las lápidas, las niñas…
            - Sí, es verdad. Murieron hace doce años, pero nunca se marcharon. Tú eres la única que puede verlas, me di cuenta el día que colgaste aquel cartel junto a mi casa, vi cómo bromeabas con ellas,  por eso te necesito.
            - Pero, ¿cómo?(Génesis estaba estupefacta ante la situación)
            - Sucedió todo tan deprisa….Fue una enfermedad, pero no quiero hablar ahora de eso, además pueden oírte. Lo oyen todo…


Génesis regresó al día siguiente, y al otro. La verdad es que desde que sabía el secreto, las niñas y ellas tenían más complicidad. Ella las trataba como si no pasara nada, pero en realidad no podía dejar de observarlas; era tan extraño…

Mientras recogía los juguetes que había desparramados por el pasillo, a Génesis  le pareció escuchar una especie de llanto, se dejó guiar por él hasta que descubrió que provenía del dormitorio de las niñas. Sigilosamente abrió la puerta y en un rincón, sentado sobre el suelo vio llorando a Lucia.

-¿Lucia, que te pasa, estás bien?
La niña no paraba de llorar, se tapaba la cara con las manos, así que Génesis se arrodilló frente a ella con cuidado, ya que no sabía que iba a encontrarse, sabiendo que era con un fantasma con quien estaba hablando, aunque eran tan reales como ella misma.
-         Cariño, cuéntame que te ha pasado.
-         Va a volver a pasar. (Balbuceaba la pequeña)
-         ¿Qué quieres decir? ¿Qué va a pasar?
-         Que ya se ha cansado.
-         ¿No entiendo nada, ¿quién se ha cansado? ¿de qué?

Entonces los pequeños ojos de Lucia se volvieron negros, las venas se le marcaron por la cara resaltadas en un tono verdoso y rojo, y la expresión de horror que puso aterrorizó a Génesis. Su cuerpo se impulsó hacia atrás quedando sentada de golpe y ya no pudo aguantarlo más. Comenzó a llorar desconsoladamente, el miedo que sentía no le permitía continuar ni un minuto más en la casa, con aquellas niñas muertas.





Pasados unos minutos, se incorporó. Se dirigió al baño y  se refrescó el rostro.  Cansada por el susto que se había llevado, decidió esperar a la Sra. Vera para decirle que se marcharía aquella tarde, para no volver jamás.

Sobre las cinco se escuchó el ruido de las llaves girar la cerradura, Génesis y las niñas se encontraban sentadas en el sofá del salón, en silencio. Al entrar la Sra.Vera, sus piernas flojearon cayendo al suelo. Génesis se incorporó rápidamente para ayudarla pero ésta no reaccionó. Con la ayuda de las pequeñas la recostaron en el sofá y no tardó en volver en sí. Las gemelas se miraron, dando a entender que sabían perfectamente lo que estaba sucediendo, estaban perdiendo a su madre igual que pasó con su padre.

Génesis se marchó aquella noche sin hablar con la Sra. Vera, le sabía tan mal abandonarla ahora que tanto la necesitaba, que pensó aguantar un poco más.

La mañana siguiente, decidieron pasarla en el jardín Ya no había ningún motivo para no hacerlo. Mientras las pequeñas jugaban en silencio, ella sentada en el balancín las observaba; al poco rato, Lucia se alejó de Verónica y sentada de espaldas a Génesis se entretenía con algo que los ojos de ésta no alcanzaban a ver.
Motivada por la curiosidad se acercó despacio hacia la niña; intentaba ver qué era lo que estaba haciendo o con qué estaba jugando, cuando ya se encontraba a tres palmos de ella, lo primero que vio fue un pelo de color blanco, se trataba de un gatito, pero…cuando sus ojos percibieron al completo al animal, el color blanco se tiñó de rojo mientras la pequeña jugaba con sus tripas, sacándoselas poco a poco del cuerpo de aquel pequeño e inocente animal.

-¡Dios mío, que estás haciendo! Gritó desesperadamente.
- Sólo estoy jugando, ji, ji, ji. (Reía la niña mientras seguía con su cometido)
Génesis se giró rápidamente y vomitó. Después se marchó corriendo hacia el interior de la casa.
-         ¿Qué pasa? Dijo Verónica , la cual se encontró de frente en cuanto entró por la puerta.
-         Tu hermana, está…..dios mio, a descuartizado a un gatito….
-         Lo mismo hizo conmigo, a veces las apariencias engañan, te quejas de mí pero te has equivocado de enemigo, ahora va hacer lo mismo contigo.
      Génesis, boquiabierta, negaba con la cabeza mientras miraba a Verónica, atónita.
-         ¡Pero que estás diciendo, me marcho de aquí ahora mismo!
-         No puedes, es demasiado tarde!
Un fuerte ruido se escuchó desde la buhardilla, otra vez. Génesis cogió su chaqueta y antes de salir por la puerta echó un vistazo hacia la escalera, la puerta volvía a estar abierta. Sus piernas comenzaron a subir lentamente los peldaños, casi sin pensar cómo, ya se encontraba delante de la puerta de la buhardilla, entonces ésta se cerró tan fuerte que pudo sentir el golpe en la cara, se giró para marcharse de allí y un escalofrío le hirvió la adrenalina, un dolor le subió por la pierna y al girar su vista hacia ella, la vio…
Lucia con un cuchillo le acaba de cortar el tendón de Aquiles, ésta se tambaleo cayendo escaleras abajo partiéndose el cuello.

Aquella mañana Génesis se despertó en el suelo, ¡¡con un dolor de cuello terrible!!



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